04. TIPOS DE CATEQUISTAS

 

   Clasificar con cierta perfección a quienes se dedican al ministerio de la Palabra y del Evangelio es tarea poco menos que imposible. Pero si no podemos establecer una tipología seria, científica y definitiva, sí podremos recordar que hay figuras y actuaciones de algunos tipos de catequistas que son decisivas para la vida de la Iglesia.

 

   Ellas son las que más definen la identidad misionera, samaritana, profética y pneumática del catequista y las que reflejan con claridad lo que realmente es y vale el catequista en la pedagogía de la salvación y de la Providencia.

 

  1. Catequesis prioritarias

 

     Son las que por su naturaleza afectan a los lugares que, por naturaleza humana, todos los niños y jóvenes van a tener que frecuentar alguna vez en la vida. En esos entornos se nace, se vive y se respira. Con ellos se identifica la persona y durante toda la vida se van a recordar de una o de otra manera.

 

  1. La familia.

 

   Es la más natural de las instituciones humana. En la familia cristiana los padres, buenos o malos, son los primeros catequistas de los hijos. Ellos forman moral y espiritualmente con sus ejemplos, más que con sus palabras, a lo que nacen, viven y siempre permanecen vinculados al hogar.

 

  Sociológicamente no los llamamos catequistas. Pero lo son. Ellos son formadores de la fe. Son mensajeros de la esperanza. Son promotores de la vida cristiana. Son reflejo de la paternidad divina y de la fraternidad espiritual.

 

  2. Catequista parroquial

 

   Es el que trabaja en una parroquia en diversas formas, niveles y aportaciones. Los hay de niños, de jóvenes y de adultos. Los hay de normales, de sujetos disminuidos y de enfermos. Los hay de planes y proyectos sacramentales como es la catequesis de padres que bautizan a sus hijos, de primera comunión, de confirmación, de preparación matrimonial, y de otras alternativas más.

 

   Una parroquia sin vida catequística se halla gravemente mutilada. Al margen de que en ella se incumple la ley de la Iglesia (C.D.C. cc 733, 761, 774, 777, 779), se rompe lo más sagrado del ministerio pastoral. Equivale a una sociedad sin centros escolares o a una familia sin vivienda ni hogar.

 

   Por eso, más que otras labores y funciones, las del catequista parroquial en sus diversas formas y ámbitos es una tarea primordial

 

    

 3. Maestro catequista

 

   Especial llamada de atención debe hacerse a los maestros cristianos que actúan en línea de creyentes en su tarea docente y, con el máximo respeto a las opciones religiosas de las familias, dan a sus alumnos una auténtica educación en la fe cristiana.

 

   Al margen de la polémica sobre si la escuela debe limitarse a dar una cultura religiosa sólida y dejar la propia acción catequística para las instancias familiares y parroquiales, no cabe duda de que la estructura escolar tiene que ver mucho con la catequesis.

 

   Si directivos, docentes y discentes viven en ella en clave de comunidad creyente, por ser centro confesional, los más responsables de la formación religiosa deben hacer algo más que informar e instruir. Deben formar hombres cristianos en todas sus dimensiones y deben crear las condiciones de vida evangélica, de modo que sea el ámbito el que informa la vida de fe y no los programas, los textos, las clases de religión o los actos ocasionales de piedad.

 

   Y si la estructura escolar no es confesional, pero en ella actúan grupos o personas cristianas, los educadores creyentes que se hallan en esas estructuras deben actuar como testigos. Deben ofrecer su apoyo a cuantos trabajan en su entorno. Debe fomentar posibilidades de educación y expresión de la fe a quienes quieran aprovecharlas.

 

   Esos creyentes deben ser testigos, apoyos, modelos, ayudas, estímulos del mensaje evangélico. Su sola presencia debe ser una llamada.  La catequesis escolar y los maestros cristianos, en cuanto actúan como educadores de la fe, como catequistas escolares, tienen singulares ventajas de las que deben hacerse responsables: mayor permanencia con los alumnos, influencias más duraderas, actuación más eficaz al ofrecer mensajes evangélicos.

 

   Deben aprovechar las diversas plataformas culturales en las que pueden ofrecer, sin imponer, un sentido cristiano a la vida: arte, literatura, historia, expresividad. No deben limitarse a las clases de religión, como si en ellas estuviera todas sus posibilidades educadoras.  De manera especial es en los centros educativos confesionales donde la tarea de los educadores es importante, tanto por sus enseñanzas como por sus ejemplos de vida, sobre todo cuando se actúa en nombre de los padres y familias.

 

 

 

 

 

 

 

 2. Los otros catequistas

 

    Pueden ser muchos y de muy diversas maneras. Se les puede denominar animadores grupales, orientadores, consultores espirituales

 

 

 Entre otros podremos alabar la actividad educadoras de los siguientes

 

 * Catequista animador grupal

 

   La catequesis parroquial debe complementarse con multitud de formas educativas a través de las cuales se asegura la formación cristiana de los cristianos.   Deben sentirse catequistas en el sentido estricto de la palabra cuantos trabajan en pro de la formación de los creyentes en grupos y movimientos diversos, en instituciones de apoyo a la familia, en los centros de infancia y juventud de confesionalidad cristiana.

 

  El que realiza una tarea animadora en grupos escouts católicos, en cofradías y congregaciones juveniles, en institutos que alientan servicios misioneros, eucarísticos, penitenciales, caritativos, al igual que quienes laboran en ONGs confesionales orientadas a dar una formación en la fe, en la caridad o en la justicia, sin duda son catequistas y deben sentirse respon­sables de que su tarea sea eficaz en la promoción del Reino de Dios.

 

  * Consultor, tutor o consejero

 

   Es el asesor, promotor, orientador, se le llame director espiritual o con otras denominaciones que aluden a una relación personal estrecha y provechosa. No se hace referencia con estos términos a las meras relaciones psicológicas, pedagógicas o sociales. Si a los vínculos espirituales y religiosos de quien pretende una formación integral de la persona en construcción, en la que no peude faltar la dimensión espiritual y cristiana.  

 

  *  Catequista misionero

 

   La persona del catequista misionero, o que vive y actúa en regiones misionales, es digna de un aprecio especial. Su protagonismo es decisivo en los lugares o ambientes donde, por la falta de sacerdotes o de religiosos más estables, hace su labor maravillosa y la base de la animación evangélica.

 

   Son muchas las comunidades rurales que deben la permanencia de la vida cristiana a la tarea de estos héroes admirables, de poca cultura humana y teológica pero de grandes dosis de amor divino y abnegación. La fe de muchas comunidades, el mantenimiento de la plegaria eclesial, la administración de sacramentos como el bautismo, la atención a los moribundos, la promoción de obras de caridad no podrían darse sin su aportación. Sus catequesis no son dominicales sino vivenciales. Su valor no está en cumplimentar horarios o actividades, sino en vivir y ayudar a vivir expresiones de fe y de caridad.

 

  En determinadas Diócesis del Tercer mundo se ha demandado y logrado para ellos algún apoyo humano que les haga llevadera su labor solidaria y con frecuencia solitaria. Pero es inmenso el número de los que, sin apoyo alguno, han realizado labor animadora verdaderamente heroica. La Historia es testigo de que ellos han sido con frecuencia los promotores y soportes de milagros sociales de mantenimiento cristiano que merecen toda alabanza.

 

  *  Catequista  de catacumba

 

    Algo semejante podremos pensar de los catequistas que han sido animadores clandestinos en tiempos o en regiones de persecución religiosa o de simple dificultad de comunicación espiritual

    La historia está también llena de mártires anónimos o conocidos que han prestado servicios eclesiales que sólo Dios conoce y recompensa. Bien lo saben las cárceles de países comunistas, asiáticos o africanos donde predominaron un tiempo sistemas totalitarios surgidos de la barbarie opresora para generar dolor.

 

 

  Catequistas especiales

 

   Son los que deben atender catequísticamente a personas creyentes que viven con limitaciones humanas de diverso género y reclaman una atención muy especializada. En la cual se mezcla lo cultural y lo espiritual. Tal acontece con deficientes sensoriales, morales, sociales o mentales. Su misión es muy delicada y difícil. Precisan una preparación específica para una labor relacionada con la anomalía de sus catequizandos.

 

   Tal es el caso de los catequistas de ciegos y sordos, de enfermos hospitalarios o domiciliarios, de deficientes mentales o de discapacitados, de emigrantes, exiliados, encarcelados, incluso de marginados sociales, víctimas del vicio, de patologías éticas o de pertenencias sociales que rozan la anomalía psicótica: violentos, homosexuales, giróvagos, desajustados, marginales.

 

   La catequesis especial, o de especiales, implica grandes esfuerzos de preparación, dosis altas de creatividad, cultivo de especialización adaptada, una vocación decidida y la conciencia evangélica de que "hasta los publicanos y las prostitutas pueden llegar a preceder en el Reino de los cielos a los aparentemente piadosos y justos." (Mt. 21. 31)

 

   Catequistas eventuales

 

   No se debe menospreciar a los catequistas que, sin ánimo de permanencia, se entregan algún tiempo a una labor pasajera y de servicio evangelizador.  Lo provisional en catequesis no es ideal, pero como resulta real, conviene recordar a todos que cualquier cosa que se hace por amor a Dios, "hasta un vaso de agua dedo en su nombre no quedará sin recompensa" (Mt.10.42).

  

    El que hace una experiencia transitoria de catequesis como gesto de expresión evangélica, merece se reconocido como mensajero ocasional del Reino. Esto debe ser recordado en una sociedad como la actual, sobre todo en entornos juveniles, que temen los compromisos definitivos, que aman las experiencias siempre nuevas, que buscan relaciones y servicios que no aten para siempre: estancias misioneras temporales, ayudas de caridad ocasionales, etc.

 

 

    3.  Riesgos profesionales de todo catequista

 

   Dificultades que se presentan en la consecución de un proyecto o en la realización de un plan. Los obstáculos se diferencian de los conflictos en que suelen tener como causa un objeto externo y por lo tanto son manipulables o eliminables desde el exterior; los conflictos vienen del interior de la personalidad y suelen tener mayor carga afectiva.


    Los obstáculos pueden afectar a todos los terrenos, incluidos los intelectuales. Conviene educar al hombre desde los primeros años para superarlos de forma autónoma, sin acostumbrarse a que otros los resuelvan. El hacerlo es poner en juego la virtud de la fortaleza y, como toda virtud requiere tiempo y experiencia.


   A veces se habla de los obstáculos en relación a la vida de fe o en la práctica de la virtud. Y se suele aludir a los malos ejemplos, a las ideologías destructivas, a las influencias nocivas. Proteger en exceso a una persona para que no encuentre tropiezos en su camino de cristiano no es preparar para una vida de lucha. Es preferible el ofrecer los recursos para que uno mismo supere con afecto e interés todo lo que se presente de nocivo en el camino.

 

    Como todo ser humano, el profesional de la catequesis puede encontrarse con especiales dificultades y sentirse tentado por el desaliento o por el abandono, por la frustración o el desencanto.

 

   Conociendo los riesgos posibles, es más fácil defenderse de su incidencia o persecución. Pero es preciso no asustarse demasiado, pues el catequista, como todo mensajero de la fe, habrá de enfrentarse con el desánimo o con la incomprensión, con días oscuros y tristes en su vida y también con alegría. Como mensajero debe estar preparado para todo.

 

    ¿Cuáles pueden ser los principales tropiezos en su camino. Podemos penar en algunos:

 

  -   Fatiga catequística

  

   El cansancio, la frustración y el desgaste no deben asustar a nadie que trabaje en misiones difíciles. Es frecuente el caso de quienes, pasada una primera época de entusiasmo catequístico se preguntan si los esfuerzos que se hacen se corresponden con los resultados que se consiguen.

 

   Es bueno recordar a quienes trabajan en catequesis que los balances en lo terrenos evangélicos no siguen las pautas de los que existen en los negocios terrenos. Los verdaderos resultados sólo Dios los conoce. Muchos triunfos humanos ante los ojos divinos son desaciertos y muchos fracasos en los libros de la vida quedan registrados como frutos de valor eterno.

   El catequista que de cuando en cuando no suba a la cruz, como Cristo, y aprenda de su "kenosis" a entender por qué y cómo se llega a la "apoteosis" (Filip. 2. 8-11) no superará fácilmente las jornadas en las que crea que está perdiendo el tiempo en su tarea.

 

     -  Preferencia por el adoctrinamiento

 

   También el catequista tiene el riesgo de sentir y actuar como un "activista" social o político que trata de conquistas adeptos para sí, más que de ofrecer los misterios del Reino de Dios.

  

  El riesgo de reducir la catequesis a un adoctrinamiento, a mero preselitismo religioso, a la imposición de ideas o normas morales, con pérdida del sentido de oferta que tiene la evangelización, es real. Aunque también es cierto que, cuando se actúa con sinceridad, a la larga el hombre honesto termina siendo respetuoso, pluralista, tolerante y condescendiente con los que de él dependen.

     El buen catequista cautiva no coacciona, conmueve no conquista, anuncia no disputa, ofrece no impone.

    -  Tentación del naturalismo

 

    La labor de la catequesis debe alejarse del humanismo, del pragmatismo, del racionalismo, del academicismo, de todo lo que hace perder de vista el Evangelio y sus exigencias misionales.

    Debe el catequista sentirse depositario de un mensaje con el que no puede jugar, pues es tesoro ajeno del que él es simple administrador. Por eso debe actuar con prudencia, con humildad y con serenidad y dominio.

 

  La prudencia le previene de los desvíos en la presentación de la doctrina, que es un peligro. Si el catequista no es ortodoxo no es catequista. Es falso pastor que corrompe.

 

   La humildad le aleja de la arrogancia y de la prepotencia. Aunque actúe con niños y con gentes sencillas, sus catequizandos son hijos de Dios y merecen veneración, respeto y abnegación.

 

    La serenidad sólo nace de la prudencia y de la alegría profesional. Tiene el catequista que dar muchas veces gracias a Dios por haberle elegido para la mejor profesión del mundo, la de mensajero del Evangelio. Desde la alegría y el optimismo se trabaja mejor por el bien de los hombres, de la Iglesia y del Reino de Dios

 

 

TEMAS DE REFLEXION PARA CATEQUISTAS

 

     En las tareas del catequistas hay un común denominador para todos los tipos y en todas las situaciones: es el anuncio del mensaje salvador; es el lenguaje y el mensaje del Evangelio. Pero hay algo específico en cada situación. Ello hace muy diferente la catequesis de la tercera edad y la de primera comunión, las catequesis en ámbitos paganos y las propias de ambientes muy  cristianos.

 

   ¿Cómo podemos a cada situación y a cada entorno? ¿Cómo atender a cada persona y a cada comunidad? ¿Cómo despertar ideales evangélicos y acomodarse a cada cultura o a cada familia?

     Preguntas como estás están siempre presentes en las mentes de los catequistas de todos los tiempos y lugares

 

  

  Vocabulario básico para un catequista

 

 

 Adaptación  Actitud o habilidad, personal o colectiva, para acomodarse en los contenidos o en las forma a persona diferentes, de manera especial cuando los destinatarios de una acción o exposición son inmaduros

 

 Maestro  Persona masculina o femenina que expone, propone o impone un contenido intelectual o una habilidad profesional, de modo que sus seguidores respeta, admiran, imitan y aprende con sola su presencia

 

 Profesor / a  Quien profesa una determina capacidad o competencia que pone al servicio de los demás, de diversas formas y en ámbitos diferentes, sobre todo escolares y académicos

 

 Director / a espiritual. Término tradicional que alude a quien alienta y anima espiritualmente a una persona en clave religiosa y moral. Supone una dimensión ascética, pero también una función pedagógica y catequística.

 

 Vivencia. Lo que se vive y permanece en la conciencia de la persona constituyendo una experiencia vital que no sólo queda en la memoria, sino que se proyecta de alguna forma a la propia vida.

 

  Lección / explicación. Contenido de una unidad expositiva, sea en base a un capítulo o lección (lectura comentada) del libro especialmente denominado “de texto”.

 

 Predicación. Exposición de mensajes diversos, aunque en castellano hace referencia el término a contenidos religiosos o al menos morales

 

 Animación. Tarea global en la que una persona alienta, estimula, encauza y protege a otra persona. Engloba diversos aspectos. Y se hace referencia con ella a multitud de valores espirituales

 

CUESTIONES PARA PLANTEARNOS

  

    La tarea de los diversos catequistas implica la conciencia de que diversas formas se pueden realizar la tarea de la educación cristiana. Siendo las personas, las intenciones, los objetivos, los recursos y las circunstancias muy diferentes la tarea del Catequista tiene necesariamente que ser flexible, abierta, cambiante y plenamente responsable.

 

   Por eso hay cuestiones que se preguntan los catequistas con frecuencia.

 

    ¿Hasta dónde puede llegar la iniciativa de cada uno en cada situación y hasta donde se puede sospechar que hay mínimos que deben ser conseguidos en todas las circunstancias y con todas las personas?

   ¿Quién es el que debe señalar los mínimos y quien es el que debe determinar las normas de actuación? ¿Puede haber en catequesis una autoridad que marque los objetivos o pueden quedar los fines y los contenidos a merced de la opinión de cualquier catequista?

  ¿Qué relación puede establecerse entre catequesis y autoridad jerárquica en la Iglesia? ¿Acaso no constituyen riesgos actitudes definidas en términos como racionalismo, subjetivismo, integrismo, liberalismo, relativismo, academicismo, moralismo o doctrinarismo?

 

  ¿Y que decir de conceptos como clericalismo o laicismo?

 

  Sería interesante que, si estas cuestiones se plantean en una parroquia, en un movimiento cristiano, en unos grupos juveniles o en un centros escolar, se cayera en la cuenta de las respuestas necesariamente tienen que se diferentes. Y sería conveniente que todos los que sienten de una o de otra forma catequistas entendieran que el ámbito en que se ejerce la catequesis crea diferencias de óptica, de metodología, de programa y de instrumentación diferentes.

 

  Hay tres preguntas básicas que son comunes todos los ámbitos

 

-          ¿Me siento cómo en lo que estoy haciendo? Se siente los catequizandos cómo con respecto a mi actuación? ¿Hay agrado o desagrado en lo que hago con ellos?

-           ¿Soy fiel a la doctrina de la Iglesia (Magisterio, Tradición, Escritura sagrada, comunidad cristiana a la que pertenezco) y actúo en nombre de la Iglesia y no en nombre mío personal?

-           ¿Preparo a los que educo en la fe para el día de mañana o simplemente cumplo una tarea de presente sin perspectivas de futuro?

 

 

HOJA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS

Se presenta en una hoja escrita en cada encuentro

 

1.

¿Puedes reflejar qué tipos de catequistas se han cruzado en tu vida de los señalados en las páginas  anterior?

 

 

 

 

 

 

 

 

2.

¿El catequista que más se necesita en tu ambiente es acaso el catequista parroquial o piensas que hay alguno otro más necesario?

 

 

 

 

 

 

 

3.

¿El mayor riesgo de un catequista es tal vez la ignorancia?

¿O piensas que hay otros peores? ¿Cuáles?

 

 

 

 

 

 

 

 

Tus opiniones sobre el tema (Puedes escribir en el dorso)